«A Manuelita se le apagó su vida con un final similar al de Bolívar, escribirá Rumazo: “Allá y aquí la proscripción, las ingratitudes, el olvido, la pobreza. Pero también la gloria, y con ella una radiosa inmortalidad” el fuego por mucho tiempo calcinó el recuerdo de esta mujer extraordinaria que el tiempo luego la reivindicó.»

Aquella Quito recién librada por el mariscal de Ayacucho recibe a su inalcanzable héroe Bolívar junto a su valiente ejército, grandes arcos con ramas de olivo y flores naturales decoraban aquella calle que con el sonar de la música le daban la bienvenida a los héroes, banderolas y hermosas guirnaldas colgaban de aquellos balcones vestidos para
tal ocasión.
Y es precisamente desde un balcón que aguardaba la hermosa Manuelita junto a su madre, tíos y amigos esperando con ansias el paso triunfal de los patriotas, aplausos, lluvia de flores y alegría, aquella multitud conmocionada animan a la quiteña y arroja una corona de rosas con ramitas de laureles que para su suerte fue a parar en el pecho del Libertador, al subir su mirada la consigue aun con los brazos extendidos, Manuela dueña de una sonrisa que ocultaba nervios, Simón con una mirada llena de…
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