
Y así decía Rosalia de Castro:
«y cuando nos rinde el cansancio/
el cuerpo tiende al reposo
y el alma tiende a lo eterno.
Hermosamente decía nuestra extraordinaria,
Gabriela Mistral:
»ha venido el cansancio infinito
a clavarse en mis ojos, al fin/
el cansancio del día que muere,
y el del alba que debe venir.
Ahora suelto la mártir sandalia
y las trenzas pidiendo dormir.
y perdida en la noche levanto,
el clamor aprendido de ti:
Padre nuestro que estas en los cielos,
¿por qué te has olvidado de mi?»
¿Podemos describir nuestro cansancio infinito:
cómo aquel que arrastra nuestros pies,
aquel que pesa sobre nuestros hombros,
aquel que aplasta nuestro pecho,
aquel que vacía nuestra mente?
Solo una caricia, unos buenos deseos,
un sol luminoso, el regreso de un amigo,
un sentido perdón, una llamada deseada,
un oportuno cumplido, alguien que pronuncia
con cariño nuestro nombre
son magia suficiente…
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