Alguna vez fui joven, disfruté de la vida y de las bondades de la juventud, formé una familia, tuve un próspera situación económica, un buen trabajo, buena casa, vehículos, amigos, salud…
Todo parecía estar «bien» como diría un marino con «buen viento y buena mar»
Incluso sentía como si estuviese en la «cumbre» o al menos muy cerca de coronarla…
Lo que no sabía (y no me preparé) fue para el «descenso», el cuál requiere tanta o más energía que para el ascenso, el descenso se puede tornar arriesgado y peligroso e incluso letal si no tomamos las debidas PRECAUCIONES…
Así que:
Ahora estoy viejo, sin trabajo, sin casa, sin dinero, sin familia, con serios problemas de salud, sin vehículo, sin amigos…
Como dice una vieja canción: «Todo se derrumbó dentro de mi, dentro de mi» todo lo bueno y bonito se «terminó»…
Todo cambia en un abrir y cerrar de ojos

La familia que formé: esposa e hija ahora me ignoran e incluso me rechazan (o me agreden)…
La juventud, ese preciado tesoro no es etern@, así como tampoco lo son las cosas materiales, las posesiones y prebendas se agotan y se extinguen.
Aquellos que afortunadamente son jóvenes véanse en este «triste» espejo, así que aprovechen muy bien su juventud, es natural que tod@s deseen llegar a la «cumbre», no obstante sean PRECAVIDOS para el «descenso» que de una u otra manera se va a presentar… es decir sean previsivos para su vejez, o dicho de otra manera y en sentido amplio:
«Carpe Diem»